Hoy Pablo se despertó convencido de que podría derrotar al parásito,
Tomó sus pastillas con alcohol y eso le produjo más “valor”.
Se levantó e higienizó su casa, que a estas alturas más se parecía a un basurero.
Eso no le había molestado hasta hoy, más bien le agradaba su aspecto, en total armonía con el caos de su mundo interior.
Pero hoy gracias a la extraña fuerza que lo poseía, más la pseudo valentía provocada por la mezcla de sustancias, la mugre y desorden de su casa le pareció repelente.
Mientras limpiaba afanosamente, sintió como el parásito iba tomando terreno dentro de él, al principio no le hizo mucho caso, pensó que si le ignoraba, el huésped disminuiría su fuerza, pero no fue así.
De repente se encontró nuevamente boca arriba en su cama, mirando al techo, intentando vaciar la mente de los pensamientos oscuros que le asaltaban.
Cerró los ojos, pretendió dormir, pero el bicho no se lo permitía, parecía, en su crueldad, exigirle la vigilia, para contemplar su decadencia hasta que se quedara congelado para siempre.
Ya no pretendió rebelarse, gruesas lágrimas se deslizaban por sus mejillas mientras comenzaba a velarse a sí mismo.
Intentó de algún modo, comunicarse con el parásito, decirle que ya basta!, que podía terminar de devorarlo, que ya no iba a luchar más. Pero el bicho no parecía estar dotado de inteligencia, y por ende no comprender sus ruegos, porque siguió allí torturándolo lentamente, sin piedad alguna por su sufrimiento.
Intentó nuevamente levantarse, pero un fuerte mareo lo devolvió a la cama.
Por momentos no quería entregarse, quería luchar, encontrar la medicina que le salvara, pero apenas lo intentaba, su huésped le hacía ver el poder que tenía sobre él.
Cerró los ojos, no dormía, sólo no quería ver, se quedó quieto, inmóvil, y simplemente, esperó…
AURORA BOREAL/SILVIA M CORONEL.
No hay comentarios:
Publicar un comentario