Llega esta hora y el juez entra en mi cuerpo a explorar los rincones del día, me deja exhausta, es impiadoso, no deja lugar donde no meta su terrible lupa, y cobra cada una de las cuentas de lo que “pudo haber sido hecho mejor”, que de antemano sé que serán impagables, así él me diera todos los plazos imaginables, incluso por encima del tiempo que me resta sobre la tierra.
Tengo miedo a esta hora, desde pequeña el alma se me repliega, cuando veo al sol caer, sabe que el juez, ya anda silencioso, orondo, a paso calmo, ruidoso paso.Imperceptible para otros,pero deslizándose por las calles del espanto, silbando bajito, cada vez más cerca, pronto para entrar al cuerpo de su víctima y hacerla pedazos.
El cielo se tornasola, es hora de empezar a temblar, y acurrucarse en posición fetal, y esperar lo inexorable.
De nada ha de valer, cerrar puertas y ventanas, no existe materia alguna que lo detenga, porque él no está hecho de materia, se fue creando de mi propia sangre, y tomó vida propia, un día cualquiera en que hice algo muy malo, y quise ocultarlo, pero me descubrieron.
Poco importó, que fuera una niña muy pequeña…el juez inmediatamente fue creado, y desde entonces, viene todas las tardes a explorar los hechos del día, lo veo impávida como saca cuentas,hace sumas y restas, con su cara de muñeco de cera.
De más está decir que lo odio, que quisiera quitarle la sonrisa de la cara cuando descubre lo que siempre sé que descubrirá…las cuentas no cierran, y mi deuda crece con él, cosa que parece satisfacerle, porque como todo usurero sabe que cuanto más grande sea mi deuda, más me tendrá entre sus garras y más intereses surgirán y más impagable se volverá mi cuenta.
Ya he probado de todo, arsénico, cianuro en aerosol disuelto en el aire, dejar abierta la válvula del gas, hacer un pozo y poner un tapete encima de donde sé que ha de pararse, pero nada parece funcionar, entra y sale de mí como
“Juan por su casa” y ni se inmuta.
Mi deseperación me ha llevado a medidas extremas, como mudarme a lugares donde por seis meses reina la luz, para evitarle, pero de nada ha servido, él ha de llegar a la hora establecida, a la hora en que mi continente cae el atardecer.
Entonces, ante el fracaso de todas mis estrategias, he vuelto a mi silla a vivir, mientras me deja, y a tolerarle cuando llega.
Y así pasan mis días, borracha de su ausencia, y lúcida ante su presencia fatal, debilitante.
de silvia martínez coronel(AURORA BOREAL)
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
No hay comentarios:
Publicar un comentario