Por mucho tiempo lo traté como una percha, no dormía para pensar, no dormía para estudiar, para escribir, para vibrar. Le daba café en dosis garrafales, comía lo que se me antojaba, sin horarios, y si me acordaba… salía bajo lluvia sin protección, tomaba sol a pleno mediodía, daba clase catorce horas y luego me iba a bailar.
Jamás descansaba, le exigía ser mi vasallo, mi cómplice, mi herramienta, y él no se
quejaba, era de una fidelidad extraordinaria.
No parecía estar, a no ser para lo que yo le exigía que estuviera.
Nunca enfermaba.
Por aquellos tiempos yo vivía sin pensar en sus necesidades, no lo sentía, a no ser en el placer que me otorgaba. Por entonces, yo no tenía conciencia, tenía hambre, tenía sed
no tenía pies, volaba, y él me seguía como amante siervo.
Hasta que un día abrió su boca, y ya no se calló.
Difícil que hoy me deje ir una semana completa a trabajar!,si no es que el derecho me da descargas, al izquierdo le viene trombosis, o mi hígado me derrota mientras me mutan lunares. Extraño un día que no tenga contracturas, que no me duela la cabeza, que no me maree, que no me duelan las piernas, y hoy para yapa me he levantado con un quiste en la nuca.
Adiós aventura, ahora mi cuerpo es una amenaza, hasta con dieta rigurosa, le he tomado temor a la balanza!
Pensar que antes comía y bebía como Luis XIV, y no pasaba de los 52 quilos!
Qué tiempos aquéllos, hoy mi vasallo se volvió rey, y me saludan en las emergencias, hasta las moscas me conocen, y las hormigas me dan el paso.
De lejos veo venir al médico que me sonríe:-“hola Silvia, pasá no más, ya te cuento los avances de tu pedido, está difícil , sabés, la eutanasia en este país, aún es considerada delito”.
silvia martínez coronel
